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jueves, agosto 13, 2009

Voy jugando a Rosalinda ...



Por: José Toro Hardy

La sociedad sabe ahora lo que va en juego y no acepta dados cargados. Hay mar de fondo

El comandante no es un gigante ni luce ya como un fenómeno político imbatible. Es más bien uno de esos populistas dotados de una gran dosis de audacia y de un verbo reverberante que logró caer parado -cuando la sociedad había perdido el rumbo- en medio de una circunstancia excepcional. En la historia abundan personajes que ofreciendo villas y castillos logran captar la imaginación popular para después decepcionarla. A veces son como esos embaucadores que recorrían los caminos ofreciendo pócimas milagrosas. Vaciaban los bolsillos de los incautos y con frecuencia provocaban graves males en los desprevenidos clientes que se dejaban engañar.

Es ante todo un jugador como aquel llanero que en su poema nos refiere Ernesto Luis Rodríguez. Ya en una oportunidad el dado le devolvió sus corotos pero, como insiste cada vez en jugarse a Rosalinda, en algún momento la fortuna le dará la espalda.

La suerte ya comenzó a revertirse. Por razones que en otra ocasión explicaré, los años 2003, 2004, 2005, 2006 y parte del 2007 fueron los de mayor crecimiento económico mundial sostenido que se registran. Cada año la economía global creció a un promedio de 4,5%. Bajo esas circunstancias la demanda de petróleo se expandió a niveles sin precedentes, lo cual condujo a un acelerado aumento en el precio de este hidrocarburo.

Después, desde mediados del 2007 y hasta julio del 2008, se produjo una inmensa especulación petrolera. En el mundo se consumían cada día 86 millones de barriles, pero se vendían 150 millones en el mercado de contratos a futuro. Nadie pensaba en consumirlos. Lo que querían era hacer pingües ganancias con la reventa de los contratos. Como el mercado no supo distinguir entre el barril demandado por un consumidor y el que compraba un especulador, en ese lapso el precio del petróleo se duplicó.

Pero a partir del 11 de julio del 2008 el mercado petrolero se vino abajo de manera estrepitosa.

Durante seis años seguidos al llanero jugador le cayó un chaparrón de dinero. Esa fue su magia. Convencido de que era un escogido de los dioses actuó como la cigarra de la fábula de Esopo (recreada por La Fontaine) sólo que en lugar de cantar, lo que hizo fue hablar y hablar y hablar -hasta por los codos- con el desparpajo del lego que cree saberlo todo. Pero ahora llegó el invierno y quiere expropiar las empresas de las hormigas que trabajaron durante el verano.

Sabe que sin los abultados ingresos petroleros las reglas del juego son diferentes. Ahora el sol del llano le da por la espalda y en su desesperación da órdenes en televisión a quienes por definición deberían ser independientes, comprometiendo así los principios más elementales a los cuales se refería Montesquieu en su obra "Del Espíritu de las Leyes" cuando afirmaba: "Para que no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene el poder". Pero al llanero eso de la independencia de los poderes le sabe a ñame. Lo que quiere es disponer las cosas para expropiar el poder -como expropia a las empresas- pero para ello ahora guinda de un Cabello. Ya no confía en quienes le rodean.

Todo se lo juega a un zarpazo final: el control de tres elementos fundamentales de la democracia: la educación, la libertad de expresión y la propiedad. Pero la sociedad sabe ahora lo que va en juego y no acepta dados cargados. Hay mar de fondo.

Ya nada es igual. Han desaparecido cerca de la mitad de las industrias que existían en el país. Cada vez somos más dependientes del petróleo que aportaba el 94% de los dólares que se requerían para importar lo que ya no se produce aquí. Lamentablemente el precio del petróleo, su producción y la eficiencia de Pdvsa han caído abruptamente. Al caer el ingreso petrolero, están cayendo en cascada los demás tributos. El déficit fiscal, la inflación y la escasez están a la orden del día. Los sindicatos se alzan en todos los rincones del país. La inseguridad es rampante y el endeudamiento crece. Las inversiones, yo te aviso chirulí. El PIB se contrae. Las protestas se multiplican incontenibles. Barrio Adentro y Mercal, bien gracias. Los hospitales son un desastre. Las deudas no se pagan, Cadivi no cumple y los servicios públicos van en picada. Las encuestas hablan.

El exasperado llanero, que ya se jugó el araguaney, la cobija y el sombrero, se lo quiere jugar ahora el todo por el todo. Por eso, entre sueños rotos, reta otra vez a la suerte:

Voy jugando a Rosalinda y el dado en la noche linda, ¿le devolverá los corotos?