NINGUNA AUTORIDAD POR MÁS PODEROSA QUE SE CREA PUEDE ATENTAR CONTRA TUS DERECHOS UNIVERSALES

lunes, agosto 13, 2007

La Guerra De Los Gargarismos Como Infantilismo De Izquierda.




Quién es el enemigo?

Por: Jesús Petit Da Costa

El comandante de la SS castro-comunista, ese cuerpo para-militar aquí conocido como la Reserva, ha sido promovido a Ministro de la Defensa, y en ocasión de asumir el cargo, ha expresado, para conocimiento de Venezuela y del mundo (urbi et orbe) que su tarea fundamental será preparar la guerra contra los Estados Unidos de América, a los cuales se ha referido en estos términos: “Por fin definimos al enemigo real, quien ha estado detrás de todas las tramas, que como un inmenso lastre nos tenía pegados en el fondo del medanal del imperio.” Y de una vez ha anunciado la estrategia: “La guerra asimétrica, la guerra de resistencia, la guerra larga o la guerra de todo el pueblo, también pudiera llamarse la guerra de la gran prueba y fortaleza de ánimo, de valores y principios, o también la gran guerra de la identidad nacional como respuesta necesaria a las agresiones imperialistas en defensa de nuestra patria.”
Así, pues, Su Majestad Imperial y su camarilla militar castro-comunista proclaman que la promoción del comandante de la SS castro-comunista a segundo jefe de la FAN, porque el primero es él, tiene por finalidad preparar la guerra contra Estados Unidos, país al cual declaran enemigo de Venezuela, la que tienen como de su propiedad exclusiva, y en cuyo nombre hablan sin consultar con nadie. Para eso Su Majestad Imperial es el dueño y señor de Venezuela y padrote de sus ejércitos.

Enjuagándose ruidosamente con patrioterismo
Su Majestad Imperial y su camarilla militar castro-comunista incluyen en su aseo personal tomar buches de patrioterismo para enjuagarse la boca ruidosamente en público. Hacen gargarismos con las palabras “imperio” e “imperialismo”. Y cuando se refieren a Estados Unidos entran en trance, contorsionándose como si lo tuviesen a su merced agarrándolo por el cuello.
Sus palabras no son más que baladronadas, buenas para diversión de borrachitos en botiquín de pueblo, quienes seguramente las celebrarán gritando: “pícalo mi gallo, púyalo que va en bajada.” Pero no sólo la celebran los embriagados por el licor, sino los perturbados por el fanatismo, esa legión de saltarines que transfieren su personalidad a una vestimenta roja.
No soy militar, pero uso el sentido común. Y por ello entiendo que, militarmente hablando, es una insensatez declararse públicamente enemigo de la mayor potencia militar del mundo, sin mediar agresión de parte suya, sino, por el contrario, existiendo beneficiosas relaciones comerciales de las cuales el país depende económicamente. A militares así yo los degradaría y los mandaría a purgar su insensatez.
Pero además es sencillamente inexplicable que un militar, como lo son Su Majestad Imperial y su camarilla militar castro-comunista, le vendan el combustible para la maquinaria de guerra a la potencia militar de la cual se declaran enemigo y contra la cual preparan la guerra. Una de dos: o no saben de lo que están hablando, lo que sería imperdonable en un militar de carrera, o se trata de una payasada destinada a entretener la galería de bobos que les aplauden, pero corriendo el peligro de que la payasada se les convierta en la cabriola de la muerte.
No nos preocuparía si los muertos fueran sólo ellos, que hasta lo tomaríamos como favor divino, sino que el jueguito irresponsable de la guerra de los gargarismos puede terminar causándonos un desastre a todos los venezolanos, incluyendo a los que se disfrazan de diablo rojo, tal como los gargarismos de Fidel han condenado a la pobreza extrema a los cubanos y los gargarismos de Sadam han terminado en la tragedia horrorosa de Irak.
Nada de ideología, sólo negocios
Los países chiquitos y débiles debemos aprender de los poderosos y grandes que las relaciones internacionales no se condicionan a ideologías, sino que se basan en criterios mercantiles. Nada de ideología, sólo negocios.
Nuestras relaciones con Estados Unidos deben ser así. Negocios, puros negocios. Venderles todo cuanto quieran comprarnos y cobrarlos a buen precio. A cambio comprarles todo cuanto necesitemos y pagar un precio razonable. Atraer a sus inversionistas para que inviertan aquí y creen fuentes de trabajo. Debemos fijarnos la meta de convertirnos de nuevo en el primer proveedor de petróleo y sus derivados de los Estados Unidos, asegurándonos el mercado más grande para nuestro principal producto de exportación. Y, desde luego, abrir el mercado norteamericano para las exportaciones no-tradicionales de Venezuela suscribiendo si fuere necesario un tratado de libre comercio, para comprometerlos a ellos.
Debemos quitarnos de la cabeza esa idiotez de creernos destinados a ser redentores de la humanidad y libertadores de América. Lo nuestro primero y que cada quien se arrope hasta donde le llegue la cobija.
Infantilismo de izquierda de la desviación militarista
El castro-comunismo es una desviación militarista del marxismo. No se ajusta a la ortodoxia marxista. No tiene por guía a la clase trabajadora, sino a una camarilla militar. No practica la dictadura del proletariado, sino la dictadura de una camarilla militar. No se organiza como partido de los trabajadores, sino como falange militar. No ejercita la democracia interna, sino la obediencia al jefe militar. Por todo lo cual descarta el vocabulario político (p. ej. camarada presidente), y en su lugar usa el vocabulario militar (mande, mi comandante).
La desviación militarista, o castro-comunista, es de tendencia aventurera. Tanta que Fidel Castro pretendió arrastrar a la Unión Soviética a una guerra termonuclear simplemente por hacer un desplante con misiles a los Estados Unidos. En el caso venezolano la tendencia aventurera se agudiza, como lo demuestran palabras y hechos, porque los militares conversos al castro-comunismo, comenzando por Su Majestad Imperial, padecen de infantilismo de izquierda, una enfermedad diagnosticada por Lenin que les hace vivir una fantasía heroica, comportándose como los niños que juegan a los vaqueros.
Esta regresión infantil al juego de los vaqueros puede tener efectos trágicos para un país, cuando lo juegan los jefes militares.