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viernes, octubre 29, 2010

La degradación de un pueblo



Por: Jesús Seguías

El pasado 18 de octubre apareció en algunos medios una crónica nauseabunda. De esas que ponen de manifiesto la degradación de la condición humana en tiempos de “revolución bonita”.
“En el día de hoy –dice la reseña periodística- se registró un accidente de tránsito donde resultaron heridas 4 personas. El mismo ocurrió en la carretera vieja de Yaritagua a pocos metros del caserío El Taque en el estado Yaracuy en frontera con Lara. El intenso choque fue entre una gandola cargada de cerdos y una camioneta pickup marca Chevrolet, el impacto fue de tal magnitud que la gandola se volcó. Por su parte los pasajeros de la camioneta quedaron aprisionados. En este sentido, apenas tres personas trataban de auxiliar a los heridos, mientras una multitud se agitaba afanosamente en función de capturar la mayor cantidad de cerdos posibles estuviesen vivos o muertos”.
La reseña vino acompañada de fotografías muy elocuentes de la degradación humana. Una de ellas mostraba una camioneta de la policía con un portentoso cerdo en su cabina. Apuesto que ninguna autoridad intervino para impedir un saqueo evidente, un robo público y notorio. Ya ellos forman parte de la cofradía de la destrucción de un país.
Escenas como estas se repiten a diario en todo el país. Parte de mi familia y yo fuimos víctimas hace varios años del mismo drama social. Mientras permanecíamos heridos dentro del vehículo, en la carretera Puerto La Cruz-Cumaná, personas que conducían otros vehículos (muy de clase media, por cierto) se acercaban sin el menor escrúpulo ni vergüenza a desvalijarnos, en nuestra propia cara, sin que hiciesen nada por ayudarnos a salir del vehículo. Allí comprendí la magnitud del deterioro moral de nuestro pueblo.
La práctica del desvalijamiento no perdona el papel sanitario ni los bombillos de los baños públicos, las tapas de las alcantarillas, los cables del alumbrado público, las pizarras (y ni hablar de las computadoras) de las escuelas, y -para rematar- hasta la corona de las vírgenes de las iglesias. Nada escapa a esta miserable y destructora actitud de un pueblo que decidió perder la vergüenza, el comportamiento ético, la conciencia colectiva, la noción de país.
La práctica del desvalijamiento, la cultura de la trampa, del cinismo, del facilismo para ganarse la vida, del robo de los bienes públicos y privados, no sólo pertenece a los sectores sociales más empobrecidos sino que se ha desparramado a la clase media, a la clase alta, a los políticos, a la policía, a los jueces. Dios, nada está escapando a tan acelerado proceso de autodestrucción.
Este fenómeno perverso hace inútiles los esquemas de respuesta clásicos de derecha e izquierda, del socialismo y del capitalismo. En ambos sistemas hemos visto estos procesos de descomposición humana y social. La solución pasa por algo tan elemental como la elevación de la autoestima personal y colectiva de nuestro pueblo, por la conducta ciudadana y la organización comunitaria verdadera.
Para ser franco, este es el mayor problema que nos atasca como país. Para quienes creen que Hugo Chávez es lo peor que nos está ocurriendo, lamento decirles que éste llegará hasta el 2013, pero el país que viene autodestruyéndose, que ha empobrecido sus fibras éticas, sus niveles de confianza, el respeto al bien ajeno, la valoración justa de la vida humana, el amor al trabajo, ese país tardará mucho más en cambiar. Y mientras no logremos superar este colosal problema, jamás lograremos salir del atascamiento histórico en que nos encontramos.