NINGUNA AUTORIDAD POR MÁS PODEROSA QUE SE CREA PUEDE ATENTAR CONTRA TUS DERECHOS UNIVERSALES

viernes, julio 01, 2011

Ante los cambios que el CNE pretende introducir en el Sistema Automatizado de Votación


El pasado 12 de mayo Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció la aprobación de un proyecto de “ampliación y mejoras del Sistema Automatizado de Votación”. Dicho proyecto contempla incluir en cada una de las mesas electorales un dispositivo de autenticación biométrica (capta huella digital), para garantizar que las máquinas de votación no puedan ser activadas hasta tanto este sistema haya identificado al elector ubicado justo al frente de las máquinas de votación.
Ante tal situación, hacemos del conocimiento público que este sistema, que no oculta la posibilidad de que se pueda establecer un vínculo inequívoco entre el voto y el votante, obliga al elector común a someterse a mecanismos que no está capacitado para entender, y por ende no puede determinar por si mismo, y en base a sus propios conocimientos, si su voto es o no secreto. Por lo cual coarta la libertad del voto.
Aceptar que se implemente este sistema implica aceptar que se viole:
La Declaración Universal de los Derechos Humanos que establece (Art. 21) que “la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”, y que “esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto”.
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que establece (Art. 25) que todos los ciudadanos gozarán del derecho a “votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores”.
El Pacto de San José de Costa Rica que establece (Art. 23) que todos los ciudadanos deben gozar del derecho de “votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores”.
La Constitución de 1999 que establece (Art. 64) que “el sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres”.
La Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política que establece (Art. 159) que “el voto es secreto y el elector debe ser protegido de toda coacción o soborno”.
Por tal motivo los abajo firmantes rechazamos categóricamente la implementación de este sistema. Por otra parte exhortamos a todos los venezolanos, al resto la Sociedad Civil y a la MUD a impedir que se instaure este sistema y a luchar por que en Venezuela se den Elecciones Auténticas; libres, transparentes y justas.
Nota: El que un grupo de técnicos, a los cuales la ciudadanía nunca ha escogido ni le ha endosado sus derechos, avalen el uso de este sistema y/o que difundan que el mismo no viola el secreto del voto carece de todo valor. El derecho a tener elecciones auténticas, libres, transparentes y justas, le pertenece a cada ciudadano, por lo tanto son ellos, los ciudadanos, quienes deben entender y verificar por si mismos, aún sin poseer conocimientos técnicos especializados, todos los mecanismos que garantizan el secreto de su voto.

FIRME AQUI LA PETICIÓN PARA QUE ESTE ABUSO NO SE COMETA Y PASELO A SUS CONTACTOS POR FAVOR: http://www.gopetition.com/petitions/no-a-la-captahuella.html

Gustavo A. Delfino • Bruno Egloff • Maria Mercedes Febres-Cordero • Elizabeth Guedez • Freddy Malpica • Ludwig Moreno • Isbelia Martín • Rosario Orellana • Guillermo Salas • Horacio Velasco • Humberto Villalobos • Alfredo Weil

La dinastía de los conservadores.


Cierta tradición política denomina conservadores a los que están alineados a la derecha, en ese discutible y vetusto formato que pretende definir ideologías, sin demasiado sentido. Quienes utilizan esta terminología, la más de las veces, lo hacen de modo despectivo, intentando asignarle peyorativamente a dicho vocablo, una vinculación con ideas del pasado. Habrá que decir que CONSERVAR es una actitud, que solo detentan aquellos que procuran que nada cambie, que todo siga igual. En realidad, un conservador es alguien que desea que el rumbo no se modifique, que el sendero iniciado continúe de la mano de las viejas prácticas. Ser conservador implica una postura ante los hechos, y no una mirada ideológica específica. En definitiva, en la Cuba comunista ser conservador sería algo bastante diferente a lo que la acepción cotidiana indica. Por eso, resulta paradójico observar como determinados sectores de la política, utilizan este concepto de un modo crítico, cuando en realidad muchas veces, esa acepción los describe a ellos mismos. Y en esa línea, vale la pena recordar que vivimos, hace décadas, una interminable continuidad en la que pocos se animan a modificar rumbos, en todo caso, se han perfeccionado, mostrando la peor cara del pasado. La sociedad evoluciona, pero solo por sus mecanismos naturales, por las fuerzas espontaneas que avanzan, pese a los escollos que propone el más duro estilo conservador, ese que no se decide a modificar ni una coma. La política contemporánea, hace como que hace, simula revoluciones, propone rimbombantes ideas, promete ambiciosos planes, pero solo milita en la cobardía crónica, porque cuando del fondo de la cuestión se trata, queda siempre a mitad de camino y vuelve invariablemente a las fuentes. Cualquier diccionario que se precie de cierta seriedad, dirá que ser conservador implica ser partidario de la continuidad de las formas y adverso a los cambios bruscos. Esta descripción se ajusta a muchos políticos y a casi todo el arco partidario. Son pocos los trasgresores, los que se atreven siquiera a proponer algo demasiado diferente. Con solo una mirada superficial, es posible darse cuenta que los aspectos que están en manos del Estado siguen su dirección de rutina. La seguridad recorre un camino sin retorno. Cada vez mas presupuestos, poco ingenio, una demanda creciente por parte de la sociedad y soluciones ausentes. Las estructuras siguen siendo las mismas de siempre. La política solo propone lo habitual, más recursos, mucho esfuerzo, mega estrategias, pero los resultados están a la vista, y hay poco que decir en su favor. La justicia solo parece ensayar mecanismos que la hacen cada vez menos independiente. Se cuestiona su eficiencia y muchas veces hasta su imparcialidad. Pero las soluciones propuestas, las grandes reformas al sistema siguen ausentes. Todos plantean más de lo mismo. Las formulas repetidas que ya conocemos que siguen la predecible línea de la obviedad. Inclusive en asuntos en los que el Estado podría no estar presente, como la salud y la educación, no solo nada cambia sino que se profundiza esa crisis, ya sistémica a estas alturas, que empeora lo actual, nos aleja de la salida para solo destinar más dinero a lo que ya sabemos ineficiente, insuficiente y fundamentalmente inviable. Ni hablar de la corrupción, los privilegios, y el arsenal de problemas endémicos que nos describen como sociedad, de forma cotidiana. Esa lista tampoco merece que nadie se ocupe de ella con seriedad, por lo tanto forma parte también de la lista a CONSERVAR. Son demasiadas las pruebas que disponemos para seguir perseverando con recetas ya conocidas. Sin embargo buena parte de la oferta partidaria solo nos ofrece insistir con el pasado, profundizar estrategias ya fracasadas, vendernos ilusiones. Pretenden que la sociedad termine creyendo que solo se trata de una mejor administración, de una gestión más inteligente, sin comprender que los problemas permanentes que padecemos tienen que ver con empecinarse en perimidos paradigmas que no explican de modo adecuado el comportamiento social de este siglo. El miedo a la libertad parece paralizarnos y entonces preferimos seguir apelando a los matices, a las tonalidades, a pequeños giros que no modifican el escenario actual, para ofrecernos esperanza, con el inconveniente adicional de solo renovar la frustración. En cada tropiezo, en cada oportunidad, los ciudadanos vamos perdiendo la fe, y con ella, nos abalanzamos sobre la política con desprecio, al sentirnos defraudados, engañados, estafados. Y eso tampoco es bueno. Se trata de paradigmas equivocados, de ofertas políticas que nos plantean soluciones parecidas, senderos ya transitados, tácticas que ya hemos utilizado en el pasado, y que han sido una secuencia de decepciones. Tal vez debamos romper viejos esquemas, animarnos al cambio en serio, con mayúsculas, abandonar los temores a lo políticamente incorrecto. Este círculo vicioso que estamos transitando no nos sacará del pozo, muy por el contrario, seguirá hundiéndonos en él, porque solo probamos más de lo mismo. Pero para ello, habrá que entender primero que la retorica anticuada que intenta describir a los conservadores como algo vinculado al pasado, es cada vez más autobiográfica, porque ese término se aplica con más contundencia a quienes les viene tocando en suerte gobernar, los de ahora y los de antes, los oficialistas, y los que dicen ser opositores. En definitiva, se trata de una expresión más de la dinastía de los conservadores.

Alberto Medina Méndezamedinamendez@gmail.com
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PUBLICADO EN EL DIARIO EPOCA DE CORRIENTES, ARGENTINA, EL JUEVES 16 DE JUNIO DE 2011