Aunque Maduro no es “el” jefe, carga
solo con la herencia de un montón de deudas y problemas, que le dejó su
mal padre Chávez, líder de un régimen de ineptos y ladrones, y uno de
los peores gobernantes que ha tenido Venezuela.
Maduro no tiene 15 días en el gobierno
sino 14 años, pero es injusto cargarle la responsabilidad principal de
esta tragedia, no obstante que su devoción al taumaturgo al que le debe
la presidencia le impidiera presentarse como un candidato con su propio
yo y no como un pigmeo escondido bajo las enaguas de su protector. Y no
es justo porque los segundones son eso, incluso para las culpas,
habituados a complacer los caprichos del principal para sobrevivir.
Mientras que Capriles escarmentado de los errores escuchó los buenos
consejos y se convirtió en un verdadero candidato sacudido de los
melindres del chico bien, Maduro creyó que iba a cosechar más siendo el
hijo de Chávez que el muchacho de El Valle nacido en casa pobre a quien
los azares del destino llevaron tan arriba que por los momentos le
faltaba el oxígeno.
Pasado el trance del primer error,
Maduro insiste en comportarse como el buen hijo de un mal padre que le
deja como herencia sólo un montón de deudas y problemas. Y eso es lo que
uno no logra explicarse porque Maduro no puede ser lerdo al punto que
el fanatismo lo ciegue como para no percibir la realidad. Puede ser un
presidente “legal”, pero sobre su legitimidad cunden dudas y sospechas
que no se despejarán moliendo a trompadas y puntapiés a los opositores
en la AN. A pocos días de su proclamación se halla al borde de un
precipicio de problemas descomunales que sólo un régimen de ineptos y
ladrones fue capaz de generar. Es “uno” de los jefes pero no es “el”
jefe. Un presidente cuya popularidad baja sin cesar, como en su caso, a
la postre resulta sacrificado por las instituciones y los colaboradores
que lo acompañan hasta la boca de la sepultura pero no se entierran con
él. Si no me cree que se vea en el espejo de Carlos Andrés.
Maduro ha presentado un gabinete que es
más de lo mismo. Habrá salido de ese alquimista medieval que es
Giordani, pero la política económica es la misma que no sólo jamás ha
tenido éxito en ningún lugar del mundo sino que donde han tratado de
implementarla ha sumido a los países en la ruina, la decadencia y la
desgracia. Habrá salido de un energúmeno elemental como Reverol, que ni
hablar sabía, para poner a Rodríguez Torres que discursea bien, pero si
siguen creyendo que la seguridad es cosa de retórica y no recapacitan
sobre los sopotocientos planes y ministros que fracasaron por creer que
eran más importantes los derechos humanos de los malandros que los de la
gente útil, las vainas van a seguir empeorando. Ojalá se dieran cuenta
que la madre de La Charneca y la del Country Club lloran las mismas
lágrimas, sienten el mismo dolor y la misma indignación cuando ante el
asesinato del hijo, el gobierno le echa la culpa al capitalismo, al
imperialismo y a la IV República, porque se empeña en negar que la
prevención y la represión de los antisociales son la única forma
eficiente para disminuir la inseguridad. La gente sabe que en los países
capitalistas hay infinitamente menos criminalidad y mucha más seguridad
que en todos los países tercermundistas. Podrán quitar al hermano
de Chávez de Corpoelec y poner a Jesse Chacón con su paquete de tarifas
escalonadas, multas y guerra a muerte a los saboteadores, pero todo el
mundo sabe que no son las iguanas, ni los rabipelados ni los infiltrados
los culpables del colapso, sino un régimen de zánganos que en 14 años
no han generado un nuevo kilovatio ni han sido capaces siquiera de
mantener las portentosas obras de generación y distribución que
heredaron de la IV y nos permitieron hasta hace seis años
autoabastecernos y exportar energía. Podrán acusar de especuladores y
acaparadores a quienes producen comida, pero todo el mundo sabe que la
producción ha caído en picada, que las divisas no llegan a tiempo y que
buena parte de ellas se queda en el camino. Como también se sabe que
todas las empresas y fincas expropiadas, confiscadas o invadidas para
colocarles el rótulo “empresa socialista “o “fundo zamorano” terminan en
quiebras escandalosas, robos descomunales y casi siempre en ambas
cosas.
Por cierto, no se nos diga que
irrespetamos al muerto cuando reclamamos la desgracia que nos arrojó
encima y la bazofia en la que convirtió a este país. El adjetivo
“gigante” tiene un significado para los familiares y otro para los
millones de víctimas. Que deben respetarse los sentimientos de su
parentela está fuera de discusión, pero con eso no se puede chantajear
al país para escamotearle su derecho irrenunciable de conocer su
verdadera historia. No soy profeta, pero cercano está el día en que el
mausoleo perderá atractivo sentimental y turístico y nadie querrá pagar
el costo de mantenimiento. Entonces los despojos serán despachados al
terruño que a falta de otra importancia tendrá la de haber visto nacer a
uno de los peores gobernantes que recuerde este país.
Henry Ramos Allup
Secretario General Nacional de AD
Artículo publicado en el Diario El Nuevo País
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