Desenjaular mitos

Por: Juan C. Sosa Azpúrua

El petróleo pervirtió el orden natural que otorga el destino de su vida a cada individuo, libertad de crear y progresar haciendo uso de los talentos particulares, sin más limitaciones que las originadas exclusivamente por el libre albedrío y los rasgos inherentes del ser.

Es tan válido afirmar que el petróleo es de los venezolanos como sostener que el calor y el frío también lo son. La clave está en quién ejerce su actividad, el uso que se le dé al mismo y el cómo se invierta las rentas que se generen de su explotación. Arturo Uslar Pietri empleaba la Mitología griega para advertir lo que lucía como un dilema que ponía en jaque a la sociedad.El escritor sostenía que el petróleo era un Minotauro encerrado en su laberinto maldito, que engulliría a la comarca entera como castigo de la providencia por desobedecer sus dictados.

Desde la estatización, el Estado se sobredimensionó, se hizo super empresario, adueñándose de los sectores productivos, tejiendo la telaraña del clientelismo y la corrupción. Un Estado debe limitarse a prestarle servicios efectivos a la sociedad, para que los sujetos que la constituyen logren emprender sus retos existenciales.

La perversión nacida del petróleo formuló un veneno que hizo del Estado el gigante y del individuo un enano, ambos haciendo piruetas en un circo cuyo dueño es quien mande en Miraflores.

El reto que tenemos por delante no es poca cosa.

El primer paso consiste en desmontar los mitos que hacen del petróleo un tabú nacional y para eso hace falta liderazgo.
Hoy el debate está atrapado en la jaula de los loros del pasado, un laberinto de guacharacas.

Es vital escapar de esa jaula y quemarla. Luego hay que pensar por uno mismo, aprender a volar, para finalmente lanzarse a los cielos a conquistar el mundo, con libertad.


Nota. (este artículo saldrá publicado en El Universal el jueves 04 de marzo de 2010)