El oficialismo no encuentra cómo
resolver el problema de un líder que no puede ni pronunciar palabra y
una sucesión que no está resuelta. El paño caliente aplicado el 10 de
enero le permite ganar tiempo, pero no está a la vista la solución
anhelada.
En su oportunidad expresé a los
compañeros de la MUD que el 10 de enero no habría en la Asamblea
Nacional la Sesión Constitucional para la juramentación de Chávez como
Presidente para el período 2013-2019, no sólo por la obviedad de que su
grave enfermedad le impediría estar presente, sino porque la mayoría
oficialista no podía dar a la Oposición el escenario propicio para
plantear la vigencia de las normas constitucionales aplicables ante la
notoria ausencia del Presidente reelecto. Podrían hacer sesiones antes o
después, pero jamás el día preciso, 10 de enero, en que por disposición
constitucional ha debido efectuarse la formalidad esencial del
juramento y la toma de posesión.
Digo formalidad y no formalismo. La
formalidad es un requisito constitutivo esencial para consumar la
investidura y la posesión del cargo. Tan es así, que en su elección como
en su primera reelección Chávez se juramentó como Presidente.
En la necesidad de despachar las
incertidumbres y poner fin al confuso debate político, constitucional e
incluso médico, el régimen tuvo la ocurrencia de actuar vía de la
sentencia del TSJ de fecha 09 de enero, que si alguna “virtud” tuvo fue
la de mantener las cosas en suspenso y correr la arruga de un trapo
desflecado y desleído que ya no aguanta más estirones. Por muy última y
definitiva intérprete de la Constitución que pueda ser la Sala
Constitucional del TSJ de conformidad con la facultad que le otorga el
artículo 335, no sólo no puso fin al debate sino que más bien lo
exacerbó. Tampoco resolvió ninguno de los hechos tercos que más temprano
que tarde van a producir su veredicto, éste sí último y definitivo.
Que el Presidente está ausente y que
padece una gravísima enfermedad en situación extrema, constituyen hechos
públicos y notorios admitidos por el propio régimen. Sabe el TSJ, como
cualquier mortal del común, que los hechos notorios no requieren
probanza alguna. La sentencia del TSJ es un “mientras tanto “que le da
tiempo al tiempo que necesitan las facciones en pugna dentro del
oficialismo para ponerse de acuerdo y resolver. Pero puede que esa no
sea la solución y que el transcurso del tiempo más bien congele el paño
tibio de la sentencia y los problemas de las facciones se acentúen. El
tiempo muchas veces agrava en vez de solucionar. Sin embargo, hay que
admitir que desde el punto de vista internacional (gobiernos y
organismos como la ONU y la OEA) la sentencia del TSJ al legitimar lo
ilegítimo favorece la posición del régimen.
Antes de ese espectáculo presencié en la
privilegiada primera fila del televisor la rocambolesca sesión de
instalación de la AN el 5 de enero en la que sólo hubo dos sorpresas,
una contra Cabello y otra contra Maduro. Cabello no pudo ser desbancado
de la presidencia, aunque amagos hubo, pero le impidieron a su candidato
Carreño la primera vicepresidencia, seguramente porque han descubierto
la inopinada importancia de las vicepresidencias. Lo sustituyeron por
Darío Vivas (punto para Maduro), y conforme a la mejor usanza soviética
hicieron que el propio defenestrado (Carreño) propusiera a su
defenestrador (Vivas).
Como hemos aprendido que la política
gestual pesa tanto o más que la política verbal, observé el inmediato
retruque de Cabello cuando capitalizó la presencia del Ministro de la
Defensa y el Alto Mando Militar. El ministro-almirante se le cuadró de
pie al teniente-Presidente de la AN, con el saludo militar más firme y
desenfadado (punto para Cabello), mientras Maduro afectaba no entender.
Más pesa ese saludo militar que el Vivas emparedado en la
vicepresidencia entre Cabello y Eekhout.
Por ahora, a Maduro y a Cabello les
alivia el limbo en que la sentencia del TSJ ha arrojado las cosas. ¿Por
cuánto tiempo? Sólo el cuerpo resentido del paciente dará la respuesta.
Mientras el corazón de Chávez palpite ninguno de los suyos va a declarar
ausencia permanente o incapacidad absoluta, ni a estrujar
interpretaciones constitucionales para declarar el forfeit. No importa
que el enfermo no pueda ni firmar una carta ni balbucear una palabra. Ni
se atreven ni pueden. No se atreven porque tienen razones para temer.
No pueden porque no van a derretir el único pegamento que los une ni el
único pretexto que tienen para pasar agachados.
Maduro y Cabello seguramente conocen la
célebre frase del compañero Felipe González: “El cementerio de los
políticos está lleno de impacientes”. Ní a Maduro le conviene Cabello de
presidenteprovisional, porque sabe que en Venezuela las
provisionalidades nunca se terminan, ni a Cabello le conviene Maduro de
candidato, porque de hacerse las elecciones en el corto plazo Maduro
podría convertirse en presidente.
Eso es lo que hay.
Henry Ramos Allup
Secretario General Nacional de AD
Artículo publicado en el Diario El Nuevo País 13-1-13
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